Sin embargo el video que publico a continuación, nos puede hacer reflexionar sobre como sortear nuestros obstáculos y alcanzar nuestros sueños.
Este comercial de Pantene Pro V, realizado en Tailandia para el mercado asiático, nos cuenta la importancia de creer en uno mismo, a pesar de que todas las apuestas estén en nuestra contra.
El video de 04:03 minutos cuenta la emotiva historia de una joven sorda que quería ser violinista, quien elude la frustración de un mundo que no la comprende llegando hasta la liberación de su esencia a través de la música. Y ya que hablamos de la música, no pudo haber sido mejor la elección del leitmotiv, la extraordinaria composición del músico alemán Johann Christoph Pachelbel, Canon en re (D) mayor.
Indiscutiblemente, no podemos perder de vista la intención comercial del anuncio, pero su realización nos transmite un mensaje de esperanza y energía. Las alusiones arquetípicas están muy bien gestionadas para hacer que algo “suene” en nuestro interior. El maestro anciano, la hermana perversa, la voluntad de la heroína… incluso la transformación de la crisálida en mariposa.
Obviamente no se necesita de un shampoo para ser mejor cada día, pero considero que el virtuosismo técnico de la pieza expresa un mensaje que supera la mera intención comercial.
En definitiva, ojalá siempre nos vendieran de esta forma un shampoo.
PD: alguien se preguntó como hicieron para lograr que el pelo no se le enrede en el violín en las últimas escenas?
Fuente: Pantene
Yapa
Dijo John Lennon: “La vida es aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas”.
Y esta historia lo demuestra a la perfección.
Viernes, 12 de enero de 2007, hora pico en una fría mañana en una estación de subte en Washington D.C.
Un hombre blanco vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol, saca un violín y durante 43’ interpreta piezas clásicas de Bach.
En este tiempo, sólo 7 personas se detuvieron y otras 20 dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos colectivos, ni reconocimientos.
Hasta aquí nada de extraordinario, por el contrario, podríamos decir que es una escena típica de cualquier metrópolis. Sin embargo el desconocido, y con “poco éxito”, violinista es Joshua Bell, uno de los mejores intérpretes del mundo, quien, entre sus muchos éxitos, interpretó la banda sonora de la película El violín rojo, que fue galardonada con un oscar. Pero Bell no había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento social promovido por el diario The Washington Post sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.
Pero además de tratarse de un eximio, y famosísimo, músico, esa mañana en Washington tocaba nada mas, ni nada menos, que un Stradivarius del siglo XVIII valorado en 3,5 millones de dólares. Eso sin mencionar que tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a mas de 100 dólares la butaca.
Los objetivos eran descubrir lo siguiente: en un ambiente banal y a una hora inconveniente…
- ¿Está la gente preparada para percibir la belleza?
- ¿Nos detenemos a apreciarla?
Los resultados finales fueron muy inferiores a lo previsto.
Y lo curioso es que los individuos que más apreciaron el arte fueron un rockero y niños.
El rockero que se paró más tiempo a escucharlo, durante 7’, fue un treintañero funcionario del Departamento de Energía de EEUU que la única música clásica que conocía eran los “clásicos del rock”, pero que posteriormente declaró lo siguiente: “fuera lo que fuera lo que estaba tocando el virtuoso, me hacía sentir en paz“.
Y quienes más atención prestaron fueron niños pequeños. Uno de 3 años se plantó delante del músico pero su madre le impidió disfrutar de la música y lo arrastraba aunque el niño seguía mirando con la cabeza girada.
Eso ocurrió con más niños y todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.
- ¿Qué aprendió el violinista?
Humildad. Estas son sus palabras: “Era una sensación extraña, la gente me estaba… ignorando. Habitualmente me molesta que la gente tosa en mis recitales, o que suene un teléfono móvil; sin embargo, en la estación de metro me sentía extrañamente agradecido cuando alguien me tiraba a la funda del violín unos centavos”. - ¿Qué aprendieron los expertos?
Su generosa conclusión es: “que el contexto importa, y que una estación de metro en hora pico no permite que la gente aprecie la belleza”. - ¿Qué podemos aprender nosotros?
Varias cosas. Que los niños son nuestros mejores maestros y que deberíamos hacer más caso a su sabiduría y bondad innata porque están exentos de prejuicios. Ellos no veían a un músico callejero “pobre y fracasado” sino a un artista que regala felicidad y altas vibraciones, y no les importa el tiempo y los compromisos sino el aquí y ahora.
Fuente: El Blog Alternativo
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